Editorial
La Pandemia aquí y ahora.
Samuel Ponce de León R.
Médico
Pocos eventos tan anunciados como la actual pandemia. La epidemia de COVID19 es uno de los más graves retos que nuestro país y el planeta enfrentaran en la historia moderna. Ansiedad, miedo, en ocasiones pánico, junto con una infección respiratoria que será banal para la mayoría, pero que en adultos mayores y enfermos crónicos o con discapacidad, será motivo de enfermedad muy grave, incluso la muerte. Considerando los números absolutos, los enfermos graves y los muertos están siendo muchos, y lo serán en nuestro país. Simultáneamente, la economía entra en crisis.
Una epidemia es un fenómeno muy complejo que simplificamos y pretendemos dilucidar con análisis matemáticos. Lo cierto, es que la ancestral relación entre virus y hombres ha marcado nuestra historia, y nuestra biología, en nuestro mismo ser están incorporados en nuestros genes, y periódicamente esta interacción virus-humanos resulta en desastres. Paradójicamente sabíamos que esto iba a ocurrir. La literatura médica y la de ficción, está llena de revisiones y textos sobre “La siguiente pandemia” y “La necesidad de prepararnos para enfrentarla”.
En estas últimas décadas hemos presenciado múltiples eventos, que a manera de avisos nos recordaban la necesidad de establecer preparativos. Así, se sucedieron el SARS, la Influenza A-H1N1, MERS, Ebola, Zika, y en cada ocasión la necesidad de establecer mecanismos y sistemas para enfrentarlas ha sido evidente, y no han sido atendidos. A pesar de estas señales se desdeñaron los planes para mantener una estrategia de vigilancia y respuesta ante la inexorable ocurrencia de la siguiente pandemia. Esta actitud ha sido una constante para todos los países.
En 1918, la humanidad sufrió su más grave problema como especie. La “influenza española” causo la muerte de 50 millones de personas en el mundo, y fue por esta experiencia y los reiterados recordatorios epidémicos, que epidemiólogos, salubristas y médicos han reiterado la necesidad de prever, prevenir y estar preparados para la siguiente gran pandemia.
En México, el problema se agrava por el grave déficit de infraestructura para la atención médica que data de décadas atrás. Nuestra capacidad para ampliar la reserva de camas, ventiladores y cuidados intensivos es muy pobre y probablemente será insuficiente para el problema que viene, a pesar del enorme esfuerzo desplegado en estas semanas. Lo mismo ocurre con la escasez de personal paramédico, de técnicos sanitarios, enfermeras, médicos. Es real la falta de insumos, materiales, medicamentos y personal capacitado. Wuhan puede ser nuestro espejo pero con menos recursos.
Adicionalmente es importante explicar que el problema no se resuelve comprando ventiladores, y monitores. Desde luego servirá y debe hacerse, pero no contamos con las médicas, enfermeros y técnicos que se requieren para operar un mayor número de equipos de apoyo ventilatorio. No solo es un asunto de comprar equipos. No hay solución en nuestras condiciones de infraestructura. En estos días enfrentaremos la realidad de tener un exiguo sistema de salud, sin capacidad de respuesta hospitalaria, ante las deficiencias de un sistema que se dejó decaer irresponsablemente.
En este escenario, es fundamental entender que no existe una respuesta perfecta. Ante estos fenómenos siempre llegaremos a destiempo, o antes o después, nunca justo a tiempo. Insisto, el problema es complejo porque es un fenómeno biológico que se modifica y evoluciona con el tiempo, en una interacción entre virus, humanos, sociedad y ambiente. Cada sociedad, cada región es una epidemia diferente aunque la misma.
Sorprende que ante esta complejidad, o acaso por esto, surjan múltiples críticos de las políticas que la secretaría de salud pone en marcha y de la temporalidad de estas acciones. Actualmente, se escucha en todos los medios que las políticas que se están implementando en nuestro país son negligentes, insuficientes y tardías. Los grupos políticos convierten el escenario epidemiológico en un foro de diatribas. Los periodistas mutan en epidemiólogos. Se descalifica y denuesta con pobres argumentos. El “yo creo que …..” se repite y se suma al ambiente de desconcierto y temor crecientes.
Ciertamente es muy importante mantener una acción crítica constructiva ante las propuestas y acciones de respuesta institucionales, y participar activamente con acciones que sumen intentos de solución. Pero es lamentable, que ante la amenaza que se configura nos perdamos en los detalles, en el pleito ideológico, en la arrogancia de pretender conocer la mejor respuesta en una situación que no tiene, en ninguna perspectiva, una buena respuesta. Los medios de comunicación también aportan una cuota de estridencia, y repiten desacuerdos fútiles y comentarios inútiles.
No hay una respuesta única. Para esta pandemia no hay solución perfecta. En el Reino Unido, la capital de la epidemiología, en un inicio consideraron no establecer distanciamiento social, en la búsqueda de inmunizar la población con menos riesgo de complicaciones y protegiendo a los adultos mayores. Sobre la marcha han venido ajustando su programa de acción. Ante la epidemia de COVID19 no hay buenas respuestas.
Ciertamente nos han hecho falta pruebas de diagnóstico para seguir la huella de la infección, no imprescindibles pero si útiles. Se justifica no usarlas por un plan de vigilancia acordado por la OMS/OPS. Conducta contradictoria a lo enfatizado por la propia OMS. Supongo que nunca se autorizó el presupuesto para las pruebas y ajustaron el plan a lo que había.
La epidemia está por empezar en su mayor expresión en nuestra región, y nada puede evitarlo. Ninguna acción hubiera evitado la extensa transmisión que está ocurriendo en todo el territorio. La preparación educando sobre higiene y el distanciamiento social, en el mejor de los casos disminuirán la velocidad de crecimiento (la pendiente de la curva). En estas condiciones insisto el desorden, la descalificación, los comentarios peyorativos, o las ocurrencias pueriles son elementos que solo contribuyen al desconcierto y desorientan a la población. Necesitamos no solo un mensaje solidario sino uno inteligente.
Es fácil perderse suponiendo que se pudo haber tomado una solución “salvadora”, pero esta no existe. Atenuar la curva en México no resultará en cambios que impacten significativamente el tamaño del desastre porque nuestra capacidad instalada reitero es de inicio insuficiente. En cualquier caso no habrá un buen final para esta historia.
Hoy, aquí y ahora, son ya bien conocidas por todos nuestros paisanos las recomendaciones preventivas, la higiene, la etiqueta respiratoria y la implementación del creciente distanciamiento social que son la única medida para evitar el contagio y la continua transmisión del virus. Este es el mensaje que debe enfatizarse. Nuestra sociedad lo sabe y ya ha puesto en práctica el distanciamiento. La ciudad ya ha disminuido su ritmo.
El país, los mexicanos, tenemos experiencia y una demostrada entereza para afrontar esta epidemia. No será fácil pero si todos participamos de una forma coherente y con un ánimo de colaboración será menos difícil. El reto no es menor. Es un mal momento para mantenernos divididos.