El ciudadano atento
Estipendios
Dr. Luis Muñoz Fernández
El pasado sábado 24 de agosto de 2024, luego de asistir el seminario de patología quirúrgica y molecular que como cada mes de agosto organiza en Puebla mi colega y amigo el doctor Sergio Sánchez Sosa, tuve la fortuna de ser invitado por él a la comida que con motivo de su nonagésino sexto cumpleaños le organizaron amigos y familares al doctor Jaime Bárcena Villegas, cirujano poblano formado incialmente en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, para después ampliar su formación quirúrgica en los Estados Unidos de Norteamérica.
Gran conversador, el doctor Bárcena es un profundo conocedor de la cultura del vino, en la que instruye a grupos de interesados que reúne periódicamente para departir sobre el tema a la par que se degustan caldos de diversas partes del mundo. En 2015, Verónica Mastretta, ambientalista y escritora, hermana de la muy conocida escritora Ángeles Mastretta, se refirió así al doctor Bárcena en un artículo publicado en Milenio Diario:
“Jaime ejerció la medicina 55 años. Se levantó diariamente a las 5:30 de la mañana para llegar a las 7:00 en punto a ejercer la medicina en los hospitales públicos, en los que trabajó cotidianamente, en los quirófanos llenos de estrés y trajín. Por las tardes atendía su consulta privada. Muchas veces supe que ya cambiándose de ropa para abandonar el hospital, veía entrar pacientes con cuadros complicados, muchas veces niños; cuando él sabía que serían atendidos por doctores novatos o sin la capacidad técnica para el caso, se regresaba, se volvía a poner la ropa de cirujano e intervenía o guiaba la operación sin cobrar horas extras”.
Conversando con el doctor Bárcena sobre la última etapa de su formación profesional, su estancia en un hospital de Pensilvania y sus inicios profesionales en la Ciudad de México y posteriormente en Puebla, me dijo algo que me llamó muchísimo la atención: “Y es que antes no había tantos médicos ricos”. No sé si existan estadísticas comparativas confiables sobre este fenómeno, pero la percepción más o menos generalizada es que un número significativo de médicos goza de una buena o muy buena situación económica, en la mayoría de los casos a partir de lo que cobran por su ejercicio profesional. ¿Había antes menos médicos así? No lo sé con certeza.
De acuerdo a lo que afirma el doctor Ruy Pérez Tamayo en su obra Ética médica laica (2002), la relación de los médicos con el dinero fruto de su trabajo es algo que se considera “delicado”, de lo que se habla poco abiertamente, aunque suele ser un tema común de conversación entre colegas médicos. Dice lo siguiente: “… los médicos ‘caros’ tienen una clientela privada económicamente pudiente, para la que los honorarios elevados no representan una consideración de importancia, mientras que los médicos ‘baratos’ tienen en su sala de espera pacientes que acudieron a ella precisamente por razones económicas”. Y advierte: “en general los que acostumbran prácticas deshonestas tienden a asociarse entre sí, mientras los que se mantienen al margen de ellas forman grupos aparte”. Para el doctor Luis Sánchez Medal (1919-1997), destacado hematólogo mexicano, el afán de lucro es uno de los 11 pecados de los médicos. Ya hablaremos de los 10 restantes otro día.
El propio Pérez Tamayo volvió al tema para desarrollarlo en un contexto más amplio en su libro Las transformaciones de la medicina (2015). En el capítulo titulado La transformación económica señala que “… a través de toda su historia, de más de 35 siglos, la medicina nunca fue cara, nunca estuvo ausente de las gentes menos privilegiadas económicamente, aunque también es cierto que su presencia era especialmente notable entre los aristócratas, los nobles y los príncipes de la Iglesia… La medicina empezó a transformarse en un artículo de lujo cuando empezó a dejar de ser un servicio para convertirse en un negocio, o sea, cuando los empresarios descubrieron que la humanidad doliente es un mercado inmenso (de hecho, formado portencialmente por todos los miembros de la especie Homo sapiens), y totalmente abierto a la explotación comercial”.
Un tema muy controvertido que conviene analizar con honestidad, rigor y serenidad.
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