El ciudadano atento
HABLEMOS DE FUTBOL (con o sin acento)
Dr. Luis Muñoz Fernández
En estos días el Campeonato Mundial que se celebra en Qatar monopoliza todas las conversaciones. Dos escritores, Juan Villoro, mexicano, y Martín Caparrós, argentino, intercambian a diario misivas que salen publicadas en el periódico “El País”. En ellas comentan las vicisitudes de los partidos, el uso del famoso VAR como respaldo inapelable de las decisiones de los árbitros y la polémica suscitada a partir de que la FIFA otorgó la sede a un país sin tradición futbolística, pero con suficiente dinero en sus arcas para comprar la voluntad de los miembros de una federación tan proclive a la corrupción como la que ahora dirige Gianni Infantino.
Tras la eliminación de la Selección Nacional y el pase a octavos de final de la selección de Argentina, Caparrós, sin ocultar su regocijo, le tendió la mano de la amistad latinoamericana a Villoro con la intención de consolarlo. La carta que este escribió el pasado miércoles 30 de noviembre tiene el título de un despechado perdido de borracho en una cantina: “¡Viva mi desgracia!”, aludiendo a una canción de Javier Solís. Este fue el remate de la carta:
“Así estaban las cosas cuando llegó el tiempo de compensación. Era el momento de darle sentido épico a una de nuestras más arraigadas costumbres:
La impuntualidad. No en balde, el filósofo popular de México, José Alfredo Jiménez, inmortalizó en la canción ranchera la tardanza de los héroes: ‘No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar’.
Sin embargo, está visto que si de perfeccionar caídas se trata, México juega a otro nivel. El Tata Martino sacó jugadores defensivos y mandó toda la carne al asador en un noble intento de conseguir el gol trigarante. La intención era magnífica, pero la retaguardia se convirtió en un terreno de alquiler. Vino una descolgada, Arabia Saudí lanzó paredes sin obstáculo y Al-Dawsari, que ya había mostrado su peligrosidad ante Argentina, acabó para siempre con las ilusiones de un país cuyo mayor tesoro son las ilusiones.
Perdona que no hable de otra cosa, pero es el peor resultado de nuestra selección desde Argentina 78. Sabíamos que podía pasar. Lo dijimos, lo escribimos, lo soñamos en amargas pesadillas. Pero nada de eso acababa con nuestra fe.
Hasta el último segundo aspiramos al milagro de ser distintos.
No lo fuimos”.
El intercambio epistolar entre ambos escritores es un buen intento de enriquecer la discusión sin menospreciar las aportaciones de los comentaristas deportivos. Como entre los escritores, hay comentaristas malos, regulares y también muy buenos. Las palabras de estos últimos hacen de la justa algo que va mucho más allá de la mera destreza balompédica.
Capaz de despertar sublimes emociones con sus textos dedicados al futbol, Eduardo Galeano los recopiló en un libro titulado “El fútbol a sol y sombra” (1995). Galeano murió en 2015 y dos años después apareció otra recopilación que lleva por título “Cerrado por fútbol”. Sus textos son tan hermosos que es muy difícil seleccionar alguno para compartirlo aquí. Escojo uno entre muchos y dejo al lector la tarea de acercarse a estos y a otros libros memorables de Galeano.
“José Manuel Moreno, el más querido de los jugadores de ‘la Máquina’ del River, gozaba despistando: sus piernas piratas se lanzaban por aquí pero se iban por allá, su cabeza bandida prometía el gol a un palo y lo clavaba contra el otro…
Los domingos a mediodía, antes de cada partido, devoraba una fuente de puchero de gallina y vaciaba más de una botella de vino tinto. Los dirigentes del River le ordenaron acabar con aquella mala vida, indigna de un deportista profesional. Él hizo lo posible. No trasnochó toda una semana ni bebió nada más que leche, y entonces jugó el peor partido de su vida…”.
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