Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Integridad cientifíca

Dr. Luis Muñoz Fernández 

La Asociación Médica Mundial representa al gremio médico en todo el mundo. Fundada en el 18 de septiembre de 1947, en 2019 agrupaba a 114 Asociaciones Médicas Nacionales conformadas por más de diez millones de médicos. En 1968 adoptó la Declaración de Helsinki como una respuesta a las atrocidades cometidas por los los médicos nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Desde entonces, esta declaración ha sido revisada varias veces. La última acaba de publicarse el pasado 19 de octubre de 2024 en la prestigiosa revista Journal of the American Medical Association, más conocida por su acrónimo JAMA. De acuerdo a la página electrónica Retraction Watch, que conocí gracias a Bernado García Camino, la Declaración contiene cinco puntos fundamentales entre los que destacan la primacía del consentimiento informado (el documento firmado por el paciente en el que manifiesta que ha sido debidamente informado sobre los beneficios y riesgos de participar en una investigación clínica y su derecho a permanecer o a retirarse de ella según lo considere conveniente), la necesidad de que los investigadores calculen minuciosamente los riesgos y beneficios del estudio que pretenden llevar a cabo y la consideración del valor científico del estudio, tanto para la ciencia, como para los propios pacientes que participarán en él.

Según lo señalado por Retraction Watch, esta nueva revisión de la Declaración de Helsinki pone por primera vez sobre la mesa la inexcusable necesidad respetar la integridad científica. Según Matthias Wsjt, que fue anteriormente epidemiólogo en la Universidad Técnica de Munich, el que se haya incluido un párrafo sobre la integridad científica incrementa la responsabilidad de las instituciones que deben garantizar que se respete sin excepción ese elemento en las investigaciones con seres humanos. En sus propias palabras:

“A mi entender, el nuevo párrafo 12 hace énfasis en que el manejo y reporte apropiado de los resultados de la investigación no sólo son responsabilidad de los investigadores, sino también de los miembros de sus equipos y organizaciones. No hacerlo los puede convertir en parte de un sistema organizado de mala conducta en la investigación”.

El tema no es cosa menor. Cada vez es más evidente que la investigación científica, sometida a hoy a un modelo de producción y consumo prácticamente industrial, con fuertes presiones económicas y laborales fincadas en la productividad, orilla a los investigadores a emprender una carrera despiadada por los recursos materiales y el reconocimiento académico sin los que no pueden progresar en su trabajo. Hoy el “éxito” de un investigador se mide por los artículos científicos que publica en revistas de prestigio y por el número de veces que sus colegas lo citan en sus propias publicaciones. De ahí el dicho que reza “publica o perece” (publishor perish , según su versión original en inglés).

Esta distorsión provoca la aparición de casos que rayan en lo grotesco, como el de recientemente nombrado rector de la Universidad de Salamanca, España, una de las más antiguas del mundo, que organizó una especie de organización mafiosa con alumnos y colegas afines que lo citan repetidamente en sus artículos, a la par que él se cita a sí mismo en sus propias publicaciones, lo que ha inflado artificialmente su índice de citas (el famoso Citation Index). Todo ello lo ha convertido en uno de los investigadores más citados del mundo en su área. Además, en no pocas ocasiones cita como referencias estudios inexistentes. Pese a las denuncias de agrupaciones científicas y el retiro de varios de sus artículos ya publicados por parte de las propias revistas, hasta el momento permanece en el cargo aduciéndose perseguido. Lo que natura le dio de sinvergüenza no se lo quitó Salamanca.

La falta de integridad científica perjudica seriamente la imagen social de la ciencia. Esto es particularmente grave en países como el nuestro en el que, por cuestiones históricas, fanatismo religioso y la corrupción imperante (pese a que se niegue), la mayor parte de la población desconfía de los científicos. Desprestigiar a la ciencia sólo beneficia a los manipuladores de toda laya.

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