El ciudadano atento
Metástasis
Dr. Luis Muñoz Fernández
Tal parece que cada época tiene su enfermedad representativa, emblemática. Por ejemplo, la del Romanticismo fue la tuberculosis. La de hoy, es el cáncer. Así lo afirma Siddharta Mukherjee en su celebrado El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer:
“Solemos pensar en el cáncer como una enfermedad ‘moderna’ porque sus metáforas lo son, y tanto. Es una enfermedad de sobreproducción, de crecimiento fulminante: crecimiento imparable, crecimiento inclinado sobre el abismo del descontrol…
La célula cancerosa es un individualista desesperado… La palabra ‘metástasis’, utilizada para describir la migración del cáncer de un sitio a otro, es una curiosa mezcla de ‘meta’ y ‘stasis’ –‘más allá de la quietud’, en griego–, un estado sin amarras, parcialmente inestable, que hace eco a la singular inestabilidad de la modernidad”.
La metáfora del cáncer y sus metástasis es una descripción acertada de la vida moderna, en la que no hay cabida para el ocio de antaño. Como dice el filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han en un artículo titulado La explotación comercial del hombre, “el hipercapitalismo actual disuelve por completo la existencia humana en una red de relaciones comerciales. Ya no queda ningún ámbito vital que se sustraiga al aprovechamiento comercial”.
A ello contribuye significativamente, nos dice, “la progresiva digitalización de la sociedad, que facilita, amplía y acelera en una medida considerable la explotación comercial de la vida humana”. Es decir, que la tan aplaudida digitalización de todos los ámbitos de la vida, tan aclamada desde los corporativos de Silicon Valley, no se impulsa y desarrolla para el bien común, sino para rendir inmensos beneficios a sus dueños, transmutados en los profetas y líderes providenciales de la nueva era. Una maniobra tan perversa como genial en la que el egoísmo más profundo se vende disfrazado de filantropía.
Como parte de este programa es necesario mantener la mente del mayor número de personas posible ocupada con nimiedades, de ahí que haya florecido una industria del entretenimiento que vomita una serie tras otra, un espectáculo tras otro, ahogando toda posibilidad de un análisis y selección libres, mediadamente razonados, de la forma en la que cada quién desearía emplear su tiempo libre. Por eso vivimos en ‘la sociedad del cansancio´ (de nuevo Byung-Chul Han), en la que todo descanso es considerado pernicioso. Obligados por una serie de circunstancias perfectamente planeadas, no nos podemos estar quietos, en paz, somos lo que muy gráficamente decía mi abuela: “culos de mal asiento”. Nos hemos convertido en metástasis: nuestra vida cotidiana transcurre más allá de la quietud.
Por eso de nuevo cobran importancia las palabras del filósofo coreano: “ante la explotación económica de ámbitos vitales a los que hasta ahora el comercio no tenía acceso, hoy es necesario crear nuevos ámbitos vitales, e incluso desarrollar nuevas formas de vida que se opongan a la explotación comercial de la vida humana”.
Agudo observador del mundo, capaz de interpretar las motivaciones subyacentes que animan las manifestaciones externas de la vida moderna, Byung-Chul Han ha dedicado su obra más reciente al antídoto de esa forma de dominación, de totalitarismo tecnológico que nos está conduciendo al abismo. El remedio es ancestral, pero ha sido olvidado, deliberadamente suprimido del horizonte cotidiano. Es la recuperación de una actividad que hoy se ha satanizado: la inactividad y sus riquezas. Eso que los italianos denominaban el ‘dolce far niente’, es decir, el placer de no hacer nada. De la mano de Byung-Chul Han, profundizaremos en ello la semana próxima.
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