El ciudadano atento 

Un cirujano singular (primera parte)

Dr. Luis Muñoz Fernández 

El doctor Henry Marsh nació en Oxford, Reino Unido, hace 73 años. Su campo profesional es el de la neurocirugía, la rama de la cirugía que goza del más alto aprecio entre todas las especialidades quirúrgicas, pues interviene en el sistema nervioso central, el fruto más complejo de la evolución biológica de este planeta, sede de las facultades más distintivas del ser humano y campo de los estudios más avanzados de la ciencia actual. Más allá de las fronteras de las neurociencias impera el misterio, lo único que alcanza a adivinar nuestra ignorancia… hasta ahora.

Hace siete años que escribí por primera vez sobre Henry Marsh. Lo hice con motivo de la publicación de su primer libro de memorias en español titulado Ante todo no hagas daño (Salamandra, 2016). Fue una revelación literaria que lo hizo internacionalmente famoso. Le siguieron Confesiones (Salamandra 2018) y Al final, asuntos de vida o muerte (Salamandra, 2023). A estos dos dedicaremos la segunda y tercera parte de esta reseña.

Si tuviera que escoger una palabra para designar el que a mi juicio es el rasgo más relevante de su primer libro Ante todo no hagas daño, escogería sin dudar humildad y el doctor Marsh se muestra humilde sin caer en la falsa modestia. Que un cirujano sea humilde es tal vez poco frecuente, pero que lo sea un neurocirujano es excepcional. He aquí un ejemplo de su libro:

“No pretendo minar la confianza de la gente en los neurocirujanos –ni en la profesión médica, ya puestos–, pero confío en que este libro ayude a comprender las dificultades, tan a menudo más de naturaleza humana que técnica, a las que se enfrentan los médicos… Los médicos son humanos, como el resto de nosotros. El médico pocas veces tiene control alguno sobre el éxito y el fracaso. Saber cuándo no hay que operar es tan importante como saber operar, y la experiencia en lo primero es la más difícil de adquirir”.

Se confiesa materialista, pero admite sentirse maravillado e intrigado cuando manipula el encéfalo:

“Observando a través del microscopio quirúrgico me abro paso poco a poco por la sustancia blanca de la masa cerebral, en busca del tumor. La idea de que mi aspirador avance a través del pensamiento en sí, de la emoción y la razón, de que los recuerdos, los sueños y las reflexiones puedan formar parte de esa gelatina, resulta demasiado extraña para comprenderla”.

Comparto plenamente con Henry Marsh lo que expresa en algunos capítulos a lo largo del libro. Es evidente que no comulga con la nueva estirpe administradores que hoy trabaja en los hospitales, muy afecta a organizar cursos sobre la calidad de la atención y temas relacionados. Cursos que en Inglaterra se llaman “Capacitación Reglamentaria Obligatoria”: “¿Eso qué es? –pregunté señalando el papel… Una total y absoluta pérdida de tiempo… Me contaron después que el conferencista sólo tenía experiencia en el campo de la hostelería… ¡Ni siquiera sabía de lo que estaba hablando! Simplemente lo habían formado para soltarnos todo aquel rollo”.

Pese a su ignorancia, personajes como estos abundan en la administración sanitaria.

En estos momentos, cuando la guerra de Ucrania lleva ya más de un año y sigue siendo noticia cotidiana, es interesante enterarnos por su libro que el doctor Marsh viajó a aquel país en varias ocasiones, operando los pacientes que le presentaba su discípulo Igor. El trabajo de ambos se realizaba con muchas carencias, enfrentando la monolítica burocracia médica ucraniana, hecha al estilo soviético (Ucrania es independiente apenas desde 1991). Ver ahora en la televisión al mediático presidente Volodímir Zelensky nos puede hacer olvidar que Ucrania no era precisamente un paraíso antes de la invasión rusa.

En las siguientes dos semanas reseñaremos los otros dos libros de sus memorias. El tercero promete interesantes e instructivas revelaciones.

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