Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Un cirujano singular (segunda parte)

Dr. Luis Muñoz Fernández 

Si para el primer libro de las memorias del doctor Henry Marsh escogí la palabra “humildad”, para el segundo libro, Confesiones (Salamandra, 2018), la palabra emblemática podría ser “sinceridad”. Léanse si no los siguientes párrafos:

“En el meollo de la medicina ha existido siempre cierta tensión entre cuidar a los pacientes y ganar dinero. Por supuesto, supone un poco de ambas cosas, pero se trata de un equilibrio delicado y que se altera con facilidad. Si se pretende que ese equilibrio se mantenga, son esenciales salarios y estándares profesionales altos. Al fin y al cabo, el Estado de derecho depende en parte de que a los jueces se les pague tan bien que no sientan la tentación de aceptar sobornos”.

“Las únicas certezas de la vida, como observó en una ocasión Benjamin Franklin, son la muerte y los impuestos. Todos tratamos de evitarlas. Pero la sanidad está volviéndose cada vez más cara: en la mayoría de los países, la población envejece y necesita mayor atención médica, y la medicina moderna de alta tecnología es cada vez más derrochadora. Todos deseamos ver una cura para el cáncer, pero eso no hará más que elevar los costes en lugar de bajarlos. Y no sólo porque los complejos tratamientos genéticos o a base de fármacos biológicos serán carísimos, sino porque la mayoría viviremos más y moriremos más tarde de otras enfermedades, o lentamente a causa de la demencia, que requiere una atención constante y muy costosa. Y en lugar de descubrir nuevos antibióticos (la raza humana, sobre todo en los países pobres se verá diezmada en cuestión de unas décadas por la resistencia a los antibióticos bacterianos), las compañías farmacéuticas se concentran ahora en fármacos para el cáncer y enfermedades del bienestar económico, como la diabetes y la obesidad”.

Comparto su escepticismo sobre el rumbo que está tomando la sanidad pública cuando dice:

“… se invierte una fortuna en asesores financieros que confían en que la mercadotecnia, los ordenadores y el lucro conseguirán de algún modo resolver el problema. Sólo se oye hablar de mayor eficacia, de reconfiguraciones, recortes, externalizaciones y mejoras en la gestión. Es como un juego de sillas en el cual, en Inglaterra al menos, la música cambia continuamente pero no el número de sillas, y aun así cada vez somos más los que corremos alrededor de ellas. Los políticos parecen incapaces de admitir ante la opinión pública que el sistema sanitario está quedándose sin fondos. Me temo que el Sistema Nacional de Salud inglés, un triunfo de la decencia y la justicia social, acabará destruido por esa falta de honestidad. Los ricos se harán con las sillas y los pobres tendrán que sentarse en el suelo”.

Estas reflexiones generales se encuentran entre las historias de los casos neurológicos en los que participa directa o indirectamente el doctor Marsh, a menudo trágicos, en los que a veces la propia cirugía contribuye al sufrimiento del paciente. Desde luego, también hay casos de éxito. La forma que tiene Henry Marsh de contar estas historias nunca ahorra la cuota de incertidumbre que suele impregnar la toma de decisiones tan difíciles, incluso con el empleo de la tecnología diagnóstica más avanzada. Creo que eso lo deberían saber todas las personas, a menudo engañadas por la publicidad acerca de los verdaderos alcances de la medicina actual. Y la comunidad médica también debería contribuir siendo más humilde y realista, sin alentar falsas expectativas cuando no estén justificadas. Incluso los patólogos, acostumbrados como estamos a cartografiar la tragedia de la enfermedad y la frialdad de la muerte, a veces nos dejamos llevar por un exceso de fe en el “solucionismo tecnológico” (Evgeny Morozov, dixit).

Hay mucho más en Confesiones, pero el espacio disponible siempre marca un límite. La semana próxima reseñaremos el tercer volumen de la memorias de Henry Marsh.

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Artículos anteriores:
Un cirujano singular (primera parte)
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Transparencias e impudicias
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Sestear (primera parte)
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