Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

El hambre y la epigenética

Dr. Luis Muñoz Fernández 

El hambre es un móvil muy poderoso. Hacia fuera es capaz de provocar revoluciones y hacia dentro de modular la expresión de nuestros genes, inactivando unos y activando otros, cambios reversibles pero que heredamos a nuestros descendientes y que tal vez expliquen lo que hoy somos y cómo nos comportamos.

Ganas de comer las tenemos todos, pero pasar hambre, siendo un fenómeno muy extendido en todo el planeta, sólo lo experimentan y sufren una cifra variable, aunque cuantiosa, de seres humanos. Presente a lo largo de toda nuestra historia, se acentúa en ciertas épocas y llega a ser aguda tras calamidades naturales y humanas, principalmente las guerras.

Mis antepasados inmediatos, padres, tíos, abuelos, etc., lo supieron bien. Tras la Guerra civil española la escasez obligó a una brutal restricción alimentaria. Mi madre tenía que desplazarse en tren a Barcelona con su cartilla de racionamiento para obtener los escasos víveres esenciales. No sé con exactitud cuánto duró aquello, pero estoy seguro de que esa necesidad insatisfecha estuvo detrás de su afán constante por atesorar en la despensa todo tipo de alimentos más o menos imperecederos. Y lo mismo puedo decir de mi padre, que afirmaba enfático: “Yo no entiendo a esa gente que dice que se siente llena. Yo siempre puedo comer algo más”.

Un cruel experimento en seres humanos demuestra el poder del hambre sobre nuestros genes. En 1944, los nazis iban ya en retirada pero todavía mantenían un poder férreo e inmisericorde sobre ciertos territorios ocupados. Fue el caso de la populosa región noroccidental de los Países Bajos cuyas autoridades en el exilio decretaron una huega de ferrocarriles para apoyar a los alidados. En represalia, los alemanes, además de inundar los campos de cultivo y bloquear las vías de comunicación, ordenaron un embargo alimentario justo al inicio de un crudísimo invierno que coincidió con una parálisis del transporte de mercancías a través de los canales por el congelamiento de sus aguas.

Hacia finales de noviembre, la ingesta diaria de calorías bajó de 2,300 unidades en las mujeres y 2,900 en los hombres a apenas mil y, en febrero de 1945, a escasas 580 calorías. En mayo de ese año habían muerto de hambre unos 22 mil holandeses. Entre los sobrevivientes hubo mujeres embarazadas cuyos productos sufrieron la hambruna en el vientre de sus madres y que, tras la guerra, entraron a formar parte de Estudio de la Cohorte Neonatal de la Hambruna Holandesa, investigación que ha continuado hasta la actualidad.

Este estudio no sólo demostró que esos bebés nacieron con bajo peso –lo que era esperado–, sino que los varones llegados a la adolescencia y a la edad adulta fueron con mayor frecuencia obesos y, junto a las mujeres, tuvieron un mayor riesgo de trastornos mentales como esquizofrenia y depresión y padecieron diversas enfermedades como hipertensión arterial, diabetes tipo II, cáncer de mama y problemas renales. La distribución de todos estos padecimientos dependió del momento del embarazo en que el sus madres sufrieron los efectos de la hambruna. El medio ambiente afectó el funcionamiento de sus genes mediante mecanismos que hoy llamamos epigenéticos.

Volviendo a mis antepasados inmediatos y el hambre de la posguerra, me pregunto si mi particular gusto por la comida no se deberá a alguna marca epigénetica que imprimieron en mis células. El interrogante no es ocioso, porque leyendo a Juan Eslava Galán en Una historia de toma pan y moja. Los españoles comiendo (y ayunando) a través de los tiempos encuentro que el Homo antecessor, que vivió hace unos 850 mil años en España, siempre sufrió para conseguir alimento:

“Quizá este dato sirva de soporte científico a nuestra teoría del hambre secular que parece inscrita en el código genético del Homo hispanicus (el español promedio) y lo lleva a atracarse como un saqueador en bautizos, comuniones, bodas, fiestas patronales, Semana Santa, Navidad y cualquier otra celebración o acontecimiento social”.

¿Será por eso?

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