Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Retrospectiva desde el futuro

Dr. Luis Muñoz Fernández 

Primero lo publicó por entregas en el periódico El País entre octubre de 2022 y abril de 2023 y hace unos meses que apareció, corregido y aumentado, en forma de un libro titulado, El mundo entonces. Una historia del presente. El autor es Martín Caparrós, periodista y escritor argentino, que hace en esta obra un ingenioso ejercicio literario en el que inventa a una historiadora que en la tercera década del siglo XXII a la que le han encargado que reconstruya y analice cómo era el mundo cien años atrás, es decir, cómo es el mundo hoy.

En el primer capítulo, la historiadora ficticia le busca un nombre apropiado a nuestra época. Descarta el nombre que solemos usar, Edad Contempránea, porque le parece un sinsentido, ya que cualquier presente es una “edad contemporánea”. Acaba llamándola la Edad Occidental. Refiriéndose a los países colonizadores primero y globalizadores después, dice lo siguiente:

“Durante el siglo XX la penetración occidental ya no dependió del dominio colonial directo: el modelo occidental impuso sus formas políticas y militares, lideró la ciencia y la técnica, definió el arte y el ocio, llevó su forma de ser a todos los rincones.

No quedaba región que no usara sus ropas, reglas viviendas, músicas, relatos, aparatos, transportes, filosofía, costumbres, ideales de belleza, organización de las ciudades, técnicas financieras. Y, por supuesto, sus sistema político y económico y, en buena parte, también su religión. Eso que ciertos escritores de finales del siglo XX llamaron globalización fue, en realidad, el triunfo caso absoluto del modelo de las potencias de Occidente. Nunca antes había habido tal homogeneidad, tal unanimidad para adoptar ciertas formas de vida: eso fue, mientras duró, la Edad Occidental”.

Ninguno de los fines de las edades anteriores fue realmente tajante, ni siquiera el de la Edad Antigua con la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C. pero, según la historiadora ficticia, el fin de la Edad Occidental se puede fijar a principios de la tercera década del siglo XXI, cuando los indicadores económicos mostraron que la riqueza de China superaba ya a la de los Estados Unidos.

Para fortuna y desgracia de la historiadora, si algo abunda en nuestro presente es la cantidad de informaciones de todo tipo, de datos con los que los tecnócratas y fundamentalistas tecnológicos pretenden reducir y encerrar en la cárcel de lo cuantitativo una realidad que por su naturaleza es irreductible y cualitativa. Tal profusión de datos sobre nuestro presente, del que había pasado ya un siglo para la ella, la condujeron a la siguiente conclusión aparentemente contradictoria:

“Frente a tal masa, mi trabajo parecía casi imposible. Hasta que entendí que para ser profunda tendría que se superficial: mirar toda la superficie, intentar una mirada abarcadora. Para entender cómo era mundo en los años 2020 era básico saber elegir, entre la infinidad de datos, los que realmente contaran, descubir las cuestiones centrales y sus grandes rasgos, son novedades y desapariciones, las líneas más generales y los detalles más reveladores.

Y saber que, por más esfuerzos que hiciera, nunca podría verlo con la cercanía y naturalidad de los que lo vivieron: que la mirada de la historiadora siempre es ajena, extraña, extrañada. Eso, que en ciertos casos es una pérdida importante, en este podía volverse una ventaja decisiva: mirar de lejos, a veces, te muestra cosas que de cerca ni siquiera sospechabas. Te permite entender”.

Para la historiadora, la idea de sintentizar el mundo entonces (nuestro mundo hoy) le incomodaba: “¿Cómo hablar de un mundo cuando las diferencias entre sus regiones eran tan abismales, cuando ese mundo era un revoltijo tan desintegrado que, ahora, cuesta imaginarlo?...

Ninguna palabra tiene más fuerza, para reseñar aquella época, que esa que ahora suena arcaica: la desigualdad. Si tuviera que definir la característica principal del mundo en esos días podría decir que no había uno: era un espacio radicalmente dividido, varios mundos coexistiendo en esta Tierra”.

Tal vez valga la pena conocer algunas de las descripciones que ella hizo del mundo entonces.

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