El ciudadano atento
Leer a los que escriben
(tercera parte)
Dr. Luis Muñoz Fernández
Mi primer contacto con Javier Cercas fue a través de sus novelas, particularmente Soldados de Salamina (2001), que por mucho tiempo llegué a creer que era una historia verídica y hasta hace relativamente poco comprendí que era una obra de ficción con elementos históricos. Uno de tantos relatos sobre la Guerra civil española, fuente de inspiración para numerosos escritores, cineastas e historiadores. La propia novela de Cercas fue llevada al cine por David Trueba dos años después.
Javier Cercas nació en 1962 en Ibahernando, un pueblecito de la provincia de Cáceres, Extremadura, y cuando tenía cuatro años su familia decidió trasladarse a Gerona (hoy Girona), la capital de la provincia catalana del mismo nombre ubicada entre Barcelona y la frontera con Francia.
Habiendo llegado tan pequeño, aprendió fácilmente a hablar en catalán, si bien su oficio de escritor lo ha desarrollado en castellano. Javier Cercas se considera a sí mismo catalán, aunque no ha dejado de tener contacto con Extremadura. En mis años mozos, a los inmigrantes que vivían en Cataluña y que generalmente no hablaban catalán se les llamaba despectivamente charnegos, que el propio Cercas define así a través de uno de los personajes de su novela Las leyes de la frontera (2012):
“La palabra ha caído en desuso, pero entonces servía para referirse a los emigrantes llegados del resto de España a Cataluña, gente que en general no tenía dónde caerse muerta y que había venido aquí a buscarse la vida”.
Cercas es columnista de El País desde hace varios años y publica sus textos tanto en ese periódico como en la revista El País Semanal. Uno de sus temas favoritos ha sido precisamente Cataluña, particularmente a partir de 2017, cuando el movimiento independentista o secesionista, que había resurgido pocos años antes, llevó a cabo la fallida declaración unilateral de independencia que obligó al líder de los alzados, Carles Puigdemont, a escapar de la justicia española huyendo a Bélgica.
Para Javier Cercas, estas acciones que tanto soliviantaron a la sociedad catalana son un montaje fraudulento de cierto sector de su burguesía (“una revolución desde arriba”, dice) para desviar la atención de su responsabilidad en el mal manejo de su gobierno, y cree que también son el fruto de la labor de adoctrinamiento de la niñez y juventud catalanas que por décadas han llevado a cabo tanto los medios de comunicación como el sistema educativo de aquella región española.
Desde luego que Cercas escribe sobre otros muchos temas. Su producción periodística ha sido recopilada y publicada recientemente en un libro titulado No callar. Crónicas, ensayos y artículos 2000-2022, que constituye una buena fuente para acercarse a su pensamiento.
En sus artículos más recientes, posteriores a la citada recopilación, sus preocupaciones se han enfocado en la creciente polarización de la política española y el asombroso giro de tuerca que ha experimentado últimamente el asunto del independentismo catalán con la propuesta de ley de amnistía del gobierno de Pedro Sánchez, que pretende hacer borrón y cuenta nueva de las flagrantes violaciones a la Constitución en las que incurrieron los secesionistas. Ley con dedicatoria especial a Carles Puigdemont que, sabiéndose necesario para que Sánchez se mantenga en el poder y adivinando muy cercano el perdón y su regreso a España, se ha vuelto a postular como candidato a presidente de la Generalitat para las próximas elecciones de 12 de mayo de 2024. Todo un caso.
Rescato aquí unas palabras de George Orwell sobre el ambiente que condujo al golpe de estado de Francisco Franco, citadas por Javier Cercas en El timo de la tercera España:
“El odio que la República Española suscitó en los millonarios, los duques, los cardenales, los señoritos, los espadones [los militares] y demás bastaría por sí solo para saber lo que se cocía. En esencia fue una guerra de clases. Si se hubiera ganado, se habría fortalecido la causa de la gente corriente; pero se perdió, y los potentados de todo el mundo se frotaron las manos. Esa es la cuestión de fondo; todo lo demás es apenas espuma en la superficie”.
También cita a nuestro Alejandro Rossi, a quien le atribuye la mejor definición de la tolerancia: “La convicción de que un error intelectual no supone necesariamente un defecto moral”.
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