Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Por poco y no lo cuenta

Dr. Luis Muñoz Fernández 

Hasta hace poco no había leído ningún libro de Salman Rushdie. Me gustó saber de que el apellido “Rushdie”, inventado por su padre, hace referencia al sabio musulmán andalusí Averroes (Ibn-Rushd), nacido en Córdoba en el 1126. Hace poco más de un mes que vi ese libro por primera vez en la librería Eixo de Ourense, Galicia. Le eché un vistazo y me llamó la atención. Iba a comprarlo cuando mis hijos y mi yerno me aconsejaron que no lo hiciese. “Seguro que lo conseguirás sin problema en México”, me dijeron. Les di la razón. Los libros de Rushdie se venden bien en nuestro país, como en muchos lugares de Occidente. Mejor destinar ese dinero para otra cosa. Lo volví a ver tentándome en el resto de las librerías que tuvimos la oportunidad de visitar durante el viaje. Muy a mi pesar, resistí la tentación de comprarlo.

El libro en cuestión se titula Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato. Es el relato del atentado que sufrió el escritor indio de cultura musulmana y nacionalidad británico-estadounidense el 12 de agosto de 2022. Como algunos recordarán, Rushdie fue condenado a muerte hace 35 años por escribir una novela titulada Los versos satánicos, que provocó una ola de rechazo en varios países musulmanes al considerarla blasfema para el Islam. La sentencia, o fetua, fue emitida por el allatolá Ruholla Jomeini, fundador de la República Islámica de Irán, el 14 de febrero de 1989:

“Comunico al orgulloso pueblo musulmán del mundo que el autor del libro Los versos satánicos –libro contra el Islam, el Profeta y el Corán– y todos los que hayan participado en su publicación conociendo su contenido están condenados a muerte. Pido a todos los musulmanes que los ejecuten allí donde los encuentren”.

Desde entonces han ocurrido varias muertes relacionadas con Los versos satánicos, incluyendo la de su traductor al japonés Hitoshi Igarashi. Incluso el Vaticano –Dios los cría y ellos se juntan¬– condenó la novela por irreverente y blasfema, si bien criticó la fetua a la que Jomeini dotó con una recompensa de 3 millones de dólares que luego subió al doble. La Academia Sueca, encargada de seleccionar el premio Nobel de literatura, tardó 27 años en condenar aquella sentencia de muerte. Dado que sólo la podía revocar quien le emitió y el allatolá Jomeini murió el 3 de junio de 1989, y pese a que en 1998 Irán se comprometió públicamente a no buscar la ejecución de Rushdie, para muchos musulmanes en el mundo la fetua sigue vigente.

Aquel 12 de agosto de 2022, Rushdie se disponía a dar una conferencia en Chautauqua, Nueva York, a favor de crear refugios para escritores en peligro. Apenas había sido presentado ante el público, cuando un sujeto vestido de negro se abalanzó sobre él en el escenario y durante un contacto físico de apenas 27 segundos lo acuchilló quince veces en el pecho, la mano izquierda, la cabeza, el cuello, el tórax y el abdomen. El cuchillo penetró profundamente en varias áreas vitales, incluyendo el ojo derecho. Salvaron su vida, pero no su ojo.

En Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato, Rushdie nos revela todo el proceso de convalecencia y rehabilitación a través del que pudo reintegrarse nuevamente a la realidad cotidiana, a su mundo que a lo largo de varios meses quedó como suspendido en el aire, esperando el desenlace, con la certeza de un pronóstico fatal. No fue así. Su esposa Eliza, con el resto de su familia, se convirtió en el ancla que lo mantuvo unido a la vida y el impulso que lo motivó a someterse a todo lo necesario con tal de sobrevivir y volver a escribir. Y no nos ahorra las humillaciones a las que lo sometieron las buenas intenciones de los médicos que se encargaron de él, cuando antepusieron las indicaciones clínicas a sus temores y sufrimientos. Lo hace con humor, incluso cuando los medicamentos empeoraron su estado de salud. Su vida ha sido un ejemplo de la lucha por defender la libertad de expresión. Desde niño aprendió “lo que es expresarse con libertad: que uno debe darla por sentada. Si temes las consecuencias de lo que estás diciendo, entonces no eres libre. Cuando estaba escribiendo Los versos satánicos, en ningún momento pensé en tener miedo”. Por fortuna, nos lo puede contar ahora.

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