Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes

 

El ciudadano atento 

Dos frases para pensar

Dr. Luis Muñoz Fernández 

En días pasados, el doctor Leonardo Viniegra Velázquez, que me distingue con su amistad desde hace muchos años, me envió un reciente artículo de su autoría titulado El progreso en medicina y la inteligencia artificial, que se publicó este año en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México. Entre otras cosas, hace una crítica al concepto de inteligencia basado solamente en los resultados del coeficiente intelectual, donde cita La falsa medida del hombre, obra del paleontólogo y destacado divulgador de la ciencia Stephen Jay Gould.

Es interesante el hecho de que ciertas frases o citas que se encuentran de manera inesperada son capaces de provocarnos reacciones y reflexiones imprevistas. En mi caso, una reacción en cadena que fue del artículo de Leonardo Viniegra al libro de Stephen Jay Gould y, de este, a la obra El viaje del Beagle de Charles Darwin, el diario de su travesía alrededor del mundo entre diciembre de 1831 y octubre de 1836. Durante este periplo, Darwin no sólo fue concibiendo su famosa teoría de la evolución, sino que hizo agudas críticas sobre la esclavitud. Aquí es donde aparece la primera frase a la que alude el título del presente texto:

“Si la miseria de nuestros pobres no es causada por las leyes de la naturaleza, sino por nuestras instituciones, cuán grande es nuestro pecado”.

Una frase como esta nos parece de una ingenuidad inaceptable para una mente tan inquisita como la de Darwin, pero todos somo hijos del tiempo y las circunstancias que nos ha tocado vivir. Darwin pertenecía a una clase acomodada y nunca tuvo que trabajar para ganarse la vida. Podemos suponer que su contacto con las clases menos favorecidas se reducía al que podía llegar a tener con sus sirvientes.

En aquella época, la distancia entre las clases sociales era mayor que ahora. En las Normas de comportamiento para los criados de buenas familias, de la Ladies’ Sanitary Association, 1901, puede leerse: “Siempre se moverá silenciosamente por la casa y no se dejará oir por la familia a menos que sea necesario… Cuando se encuentre con alguna dama o algún caballero por la casa, esperará o se hará a un lado para que pasen… No sonreirá por las anécdotas que se cuenten en su presencia”.

Con todo y aquello, seguramente Darwin sabía que la causa principal de la miseria de los pobres tenía relación con quienes, como él, gozaban de los privilegios de un sistema económico profundamente injusto. Lo sabía con la misma certeza y temor de que se divulgasen sus convicciones sobre la evolución de los seres vivos y el origen africano del género humano, incluyendo a los de su clase.

La otra frase para pensar la encuentro citada por José Esquinas, doctor ingeniero agrónomo, humanista, doctor en Genética y máster en Horticultura por la Universidad de California, en su libro Rumbo al ecocidio. Cómo frenar la amenaza a nuestra supervivencia. La frase es de Mahatma Gandhi, ni más ni menos:

“La Tierra tiene recursos suficientes para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de algunos”.

Hoy podemos estar seguros de que el hambre de la que mueren 35 mil personas cada día en el mundo no se debe a la falta de alimentos, sino a los flujos comerciales controlados por los especuladores que lucran con la miseria y la muerte de los hambrientos. Esquinas nos revela que “el mismo día en que mueren 35 mil personas por falta de acceso a los alimentos se gasta en armamento 4 mil millones de dólares a nivel mundial. Con esa cifra, y al precio que cuesta la comida en los países donde se muere por desnutrición, se podría alimentar a las víctimas de ese día durante más de cien años, mucho más de la esperanza de vida que tienen. Y eso, un día tras otro, cada uno de los días de nuestra vida”.

Dos frases para pensar en quienes, pese a su número, son invisibles para todos nosotros.

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